La obra

El último tren ya ha partido, tanto para el hombre de ojos tristes como para la ciudad que visita sin querer. Gunter viene de un viaje muy agitado interrumpiendo una misión en Moldavia como "médico sin fronteras" para regresar a Bleibach, la casa de sus padres. Para escapar del calor en el tren con sus ventanas selladas, desciende antes de tiempo y cae en las redes de la familia Flick, que se adueña de él, lo absorbe literalmente, costilla tras costilla, con su interminable verborrea.

_ "Cuando la realidad se desdibuja comienzan los temores. Temores pequeños, como timidez y confusión; temores medios, como hipocondría y disposición a la violencia o directamente el temor existencial. Como clientes leales de esos estados de ánimo, los seres humanos vivimos primero en el intento de detener esa difuminación, pegar con saliva la fachada de calma que se desmorona y no parecer demasiado tontos en el intento. Pues en realidad todos somos como Gunter, el hombre de los ojos tristes. Estamos perdidos, solos y desamparados, somos débiles y por ello capaces de realizar cosas convincentes y valientes. La pieza (...) repasa con su protagonista todos aquellos casos en que percepciones extrañas obligan al alma a actuar."
(Till Briegleb, en: programa del festival Berliner Theatertreffen 2004)

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